Las Lechuzas Comunes parecen invadir la marina cántabra. En el último mes, una decena de ejemplares han sido localizados atropellados por nuestros afanados ornitólogos, que agarrados al volante, tienen un ojo en el cielo, y otro en la carretera, para ver todo, sea de chapa, de pelo, o de pluma. Pienso que esta explosión de accidentes, puede coincidir con las primeras salidas de los jóvenes, más incautos e inexpertos que sus sabios padres. Eso explicaría, que llevase 15 semanas sin escucharlas, pues estaban afanadas en la incubación y la crianza. Ahora, con la liberación de haber echado a los hijos de casa, y con jóvenes de otras polladas metiéndose en sus territorios, vuelven a utilizar el tiempo en cazar sólo para ellos, y en marcar su territorio ante tanto joven irrespetuoso, que no saben respetar territorios, y alguien tendrá que enseñarlos. Suposiciones...


Esa misma noche, la fui pasar a los cordales del Saja-Nansa. Lo que me quedaba de noche, pues llegué a altas horas, fue bastante ventosa. No obstante, la lluvia respetó. Por la mañana, pude ver los habituales grupos de venado, ni más, ni tampoco menos. A esas alturas, una cuarta parte de los machos han tirado la cuerna ya. Algunos de ellos, no los tirarán hasta avanzado mayo. Es sorprendente, que luego tengan sólo 3 meses para que les crezcan los cuernos de nuevo, esto es a mediados de verano, pues después, sólo les quedará quitar el terciopelo que los cubre, para que para finales de verano, ya estén listos para la berrea. Es este ciclo anual, a mi modo de ver, una proeza de la naturaleza.

Zorro, huellas de Gato Montés, Culebreras cazando, Milano Negro, nido de Busardo Ratonero, puestas recientes de Rana Bermeja y renacuajos pequeños, Bisbitas Alpinos marcando territorio, Chovas Piquirrojas y Piquigualdas, etc. Después de picar algo de fiambre y echar una siestuca, bajé al pueblo a ver a la familia.

-Tu tío anda detrás de casa de Tía Gloria picando leña.- Me dicen.
Según me acercaba, se oían abrir los tacos de leña a golpe de jachu. El saludo fue muy gracioso, casi sin parar de cortar la leña, sin preámbulos y sobre todo fuera de todo protocolo de saludo familiar, me soltó un “Llegaron los blancos, y ya canta el pecu”. –Trac, trac- Seguía picando leña…
Así interpretó mi tío que debía saludarme. -“¿Para dónde tiras?”- Migio sabe que cuando aparezco por el pueblo, es porque me pilla de paso para ir a alguna braña. –No, ya bajo, subí por la noche a tal sitio y voy ahora para San Vicente-.
Entramos en materia. Ahora si para de picar leña:
-Pues sí, me han dicho que ya andan por ahí los blancos, yo no los he visto.- Los blancos, son los Alimoches, los nombres de los libros no tienen mucho éxito aquí, que no quiere decir que no se distinga entre un bicho y otro.
-Y está mañana escuché por allá arriba al pecu.- El pecu, es el Cuco. ¿Qué onomatopéyico nombre sería el más acertado para tan enigmática especie? Siempre he creído, que no hacen “cuco”, ni “pecu”, sino más bien “u-cú” En fin, sería un buen tema de conversación para echar unas cervezas.
Bastaron 10 minutos en el campo para comprobar las 2 cosas. A 3 km del pueblo, a pié de pista, monté el telescopio, y localicé un Alimoche tumbado donde otros años han criado. De fondo, y cómo si todo estuviera preparado para cuando yo llegara, cantaba el pecu. Así da gusto.
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